Lo que nos mantiene esta ansiedad atrapada en la boca del estómago es la sensación de estar continuamente pasando páginas en blanco al comienzo de un libro, en busca de la primera frase que por fin inicie una trama que nos abra Otra boca, nos implante Otro nombre y nos empuje a Otro desorden.
Así se hace un fotoblog.
P.D.
¿Cada vez resulta más dificil encontrar algo que merezca más de un clic?
Qué sbornia, che.
"El fútbol es un juego demasiado imperfecto como para resultar entretenido. La emoción de la gente - y de los propios jugadores - consiste en que se produzca ese fenómeno insólito y por lo general chapucero al que llaman gol: que la pelota entre en la portería de la manera que sea - aunque hay que reconocer que la clientela agradece cualquier tipo de floritura locomotriz -. Es decir, algo tan natural como el hecho de que la ciudad entera se conmocionara cada vez que una costurera enhebra una aguja o cada vez que el número premiado en la lotería tiene cinco ceros: la fascinación por la rareza del azar. (...)
Pero lo peor de todo vino cuando un tipo metió un gol. Sí. Se formó un barullo ante la portería y un tipo metió un gol. (...)
El jugador que metió el gol se echó las manos a la cabeza, como si no se lo creyese. Como si se hubiera vuelto loco y una pulga freudiana le picoteara el cerebro. Como si no se creyera que se estaba volviendo loco a causa de la conmoción del efecto incontrolable que le producía el hecho de haber metido un gol.
Mi padre gritaba ¡Gol!, una y otra vez. Con mucho eco: ¡Gooool!, y se echaba también las manos a la cabeza. Y todos los espectadores se echaban las manos a la cabeza, menos yo, que estaba a punto de echarme las manos a la cabeza porque no podía creerme que la gente se echara las manos a al cabeza por el hecho de que un tipo hubiera metido un gooool, y sentía vergüenza de no tener mis manos en mi cabeza, o en la cabeza de mi padre, o qué se yo: vergüenza, en fin, de no tener las manos en algún sitio inusual (...)"
Estas palabras son de Benítez Reyes a través de su genial Walter Arias en El novio del mundo. No son mías, pero como si no lo fueran. Y realizando un forzado ejercicio de relación acrobática y pazguata - de esos tan de moda ahora - no me digan que, leído lo leído, no deberían sustituir de una vez Historia del Arte por Historia del Fútbol, así, sin tapujos ni remilgo alguno. Con dos pelotas.