Temporalmente inactivo por renacimiento (cada dia soy mas joven). Razon:
> Todo ocurre tan rapidamente... que da vertigo mirar por el retrovisor, y no da tiempo a temer la proxima curva.
> Lo inesperado es la duda que detiene al suicida y la zanahoria que tenta al optimista.
> Yo soy un optimista suicida.
> "Aiuto" susurra la ninfa en cada puente; y la nostalgica-cuenta-atras sabe decidadamente mas dulce.
Beber el tercer vaso de cerveza. Encender ese cigarrillo. Rellenar la página en blanco, aunque sea virtual, puede generar más angustia que intentar llevarte de calle a la más deseada de la noche. No-es-nada-fácil.
Me aconsejan no convertir cada post en un desafío literario. Me hablan de la literatura del absurdo, de no decir absolutamente nada para decirlo absolutamente todo. De sonreir con las palabras, creo. De dejarlas jugar para que me reflejen sin falsas deformaciones. No parecer un escritor cuarentón con pipa en el sillón orejero. Reflejar el desaliñado patán con pinta de bambino desastroso que captan las fotos. Digitales, por supuesto.
La verdad es que quise contar que terminé la segunda lectura de Rayuela, que Cortázar me imantó de nuevo, y que mi intución resulto cierta: no supe captarlo a la primera, bisogna un'altra lettura cuando haya crecido. ¿He crecido? Lo supercialmente cierto es que el italiano, el francés y el inglés derramado por el texto ahora me resultan más comprensibles. Lo absolutamente cierto es que los últimos capítulos (adelante y atrás en el libro como siguiendo enlaces) los he leido como compromiso, como promesa, los leí para con una persona muy concreta (y hasta coqueta). He estado leyendo como si hablara con ella, como si leyera con ella, hacia ella. Hasta puede que para ella. Y en medio del alienante proceso de leer sabiendo que en el fondo lo haces para compartirlo, he descubiero que mis sonrisas eran sólo mías, mis complicidades sólo con el texto, mis opiniones subcutáneas, intransferibles.
La facilidad con que aparecen crisis existenciales, creativas, vitales, todo ese tipo de mierda, en mi vida, es desesperante. Cuando descubro que tengo con quien compartirlas, la carga, ilusoriamente, resulta menos pesada. Pero como me sucede con todo vicio, tiendo a la absoluta dependencia.
De las páginas de Cortázar he sacado zumo de pera para lo que me espera: el camino recorrido sólo, de la mano alguién te acompaña sólo un trecho. El resto todo tuyo, y a lo que no has hecho, pecho. Seguir adelante.
Sin esperanza, con convecimiento. [Angel González dixit]
Cosas que he aprendido en nueve meses a cuatro kilómetros de Venecia:
La diferencia fundamental entre las letras z y c.
La enorme distancia emocional que separa el balcón norte de mi habitación y la ventana sur de mi cocina.
El alcohol que supuran las tremendas noches de insomnio.
La sólida huella que dejan los fructíferos días de soledad voluntaria.
La fugaz, frágil sensación que me dejó en la piel una mariposa suicida tras posarse levemente en mi mano, en el primer y último día de su vida.